Si estás leyendo esta entrada en el blog seguramente te encuentres en tu primer año de universidad o estás pensando matricularte en un futuro no muy lejano. En un caso distinto, si ya terminaste (o te encuentras en cursos superiores) te sentirás totalmente identificado con estas palabras y no podrás evitar recordar viejos tiempos.
Cuando empiezas la universidad, te embarga una emoción provocada por la necesidad de cubrir con conocimientos, ese enorme hueco que tienes reservado en tu cerebro para aprender aquello que amas, aquello para lo que estabas destinado, para lo que te llevas preparando todo el bachillerato. Si entraste para progresar en tu ámbito laboral, también tendrás la misma emoción (o incluso más) de poder alcanzar aquel puesto que tanto anhelas y que tanto mereces. Lamentablemente, conforme avanzan los días de esta nueva aventura, vas a comenzar a sentir que aquellas asignaturas de nombres nuevos que no has oído pronunciar en tú vida no van a ser lo que esperabas, y por momentos sentirás que la emoción que te embargaba por conseguir tu vocación se esfuma.
Esta situación es común en todas las titulaciones y todos hemos pasado por ella, así que tranquilízate y tómate la nueva vida universitaria con calma. El primer año de universidad será de todo, menos aquello que esperabas. Tu mente formulará preguntas del estilo ¿Por qué tengo que dar estás asignaturas? ¿De qué me va a servir esto en el futuro? pero tranquilo, este túnel tiene salida.
Como persona que se repitió hasta la saciedad una y otra vez dichas preguntas, debo decirte que, si van a servirte para algo, de hecho, de forma indirecta, esas asignaturas están creando los cimientos donde irás edificando los conocimientos adquiridos en los cursos siguientes, esos que sí se van a parecer a las expectativas que habías creado, y que tanto te van a gustar, así que no te desanimes y tómalo como el calentamiento previo a un partido importante. Algún día tendrás la agilidad suficiente para desarrollar cálculos que antes te llevaban mucho tiempo y aunque no lo digas, o no lo pienses, inconscientemente agradecerás aquella física básica, álgebra etc. Las mismas que te traerán de cabeza e igual no te gustan, serán el motor de tus conocimientos y permanecerán en la sombra constituyendo la base de tu futuro académico.